No sé soñar, no sé. ¿Cómo me siento, pequeño y apocado, sin una luz que atarme a la memoria, sin unos ojos firmes que desguacen mi llanto? Lo reconozco, sí, sufro de besos que nunca han entendido mi tristeza, que, aleteando pájaros de olvido, desgarran el enojo de mis mil y una muertes. No sé
Poemas en español
¡Qué sencilla es la muerte de las cosas humildes! Un glauco fuego oscila de los húmidos seres al desdén de los dioses. Vals de escotes marcados y perlas como dientes, van y vaivén, vals vacuo, volcán de vanistorio, despavorida risa, belfo loco, murmullo, trepidante susurro como lengua de galgo, un niño como urgencia, homo homini
Yo creé mi poema completamente roto, deslavazado en sangre peregrina. Yo creé mi poema, el poema de novia de una nieve movida, de una primeva madre, de un roce de dos bocas, de un estallido hueco al pecho o al soldado. Yo creé mi poema y otros hombres atrépticos y hembras amuladas devoraron sus lletas
Tú lo sabes, Manuel, sabes el nombre de tu tierra nesgada en el olvido como cadarzo roto hasta los dientes, atarazana estéril del olivo. Será el año más largo de la noche, la garra como pica de enemigo acezará la tarde como buida beso traidor o aromo escarnecido. El barro como perro escupe plata sobre
Aquí y frente a mí a barlovento, en un labio metal de sol ardiente, airón sobre el bajel, luz inconsciente, ardes como papel, máncer del viento. Y arde como papel el sentimiento, la razón como iceberg, carne algente, la idea como azar, cangro doliente, y el corazón sin sangre en un momento. Aquí y frente
Huir al sol del sordo laberinto, al eólico sueño de las aves, como cíngaro o yerba, como polen de anémona o galanto. Huir al mar, al piélago de sombras, desde la oscura cárcel abismada con las alas de cera por la orilla del deslumbrado amor de los sauzales. Huir y arder en brasas esta carne,
Déjame ya vivir, déjame -¡oye!- estallar núcleo azul sobre el poniente, ser moneda de nadie en luz y sombra. Déjame ya olvidar el lábil labio, tu estructura de almíbar elodada, tus deltas de esturión. Nunca has querido. Nunca has querido darme el aguadulce o la muerte tal vez. Nunca has querido. Vine a beber y
Quiero decir es frío este mar tan ausente y díscolo y nocente el sol del horizonte. Quiero decir tus labios, la última palabra, las quedas golondrinas de un invierno de muerte. Quiero decir yo sufro, suscribo mi tristeza, este aguijón de sangre, fulgor del tiempo amado. Quiero decir yo tiemblo y llevo un hombre en
Yo vine al mar, al sur, a la intemperie, a los aires alciónicos y al vino. Yo vine, carro o astro de mil leguas, con este roto amor como equipaje. Yo vine hasta el lugar del sortilegio desde un fuliginoso mar de alambres con los labios salobres y las alas en rudos desgarrones de coral
Sí, todavía es mayo y es cimbel y es promesa subtáctil y es mandrágora y sigue amenazando el cristal de los pájaros del río con romperse, con preñarse las semillas del trigo, porque es mayo y mahieres con ojos incendiados en el temblor de las arenas. Todavía y siempre juega Amor a ser niño revoltoso