Siempre espero la garra abierta por la herida, el deseo inflamado donde acudir al beso, la sonrisa caliente del labio de los hijos, las rojas amapolas desde mayo a mi sangre. Vuelvo y vuelvo al recuerdo de las tardes gastadas, a las rejas y arados de los fríos inviernos. Vuelvo al roto eucalipto que guardó
Poemas en español
Soy de los que han buscado -o, al menos, lo he creído- un lugar en la tierra. No sé si he fracasado sobre una tarde amarga. Devoré con mis dientes alcornoques bornidos, encinas, pinos, fresnos, robles y cornicabras, acebuches, lentiscos, arrayanes y urces, labiérnagos, torbiscos, piornos y cantuesos. Quizás cuando mordía mi pan junto a
Mi corazón se rompe en todas las retamas de tu vientre de monte, de tu carne de encina y adviértese su prisa por auparse en el alba. Espuma de tus labios, mi corazón se enzarza con el mar a arrancarle espinas a tu alma. Mi corazón se educa con el beso caliente de tus labios
Sobre tu piel renazco. Mi debelada fuerza ergógena, insistente se vuelve a reclamarte. Tañes en mis oídos la cántiga más triste. Mi cuerpo es a tu imagen, átomo de tu cuerpo. Te reconozco apenas. El beso de tus labios parece remozarse como una fruta joven sobre mi piel de invierno. Apenas me conozco, me reconozco
Sí, tiemblo, sí. No miento más. Renazco. Cabalgo bronces, brújulas, acentos. Vibro en el seno dulce de mi amada. Me desconozco. Esparzo mi semilla. Sí tiemblo, sí. Me malvendí. Pretendo reconquistar la albura. Los colores. La mística en la cimbria del silencio. Las vocálicas ansias de mi boca. El pájaro de sangre por mi vientre.