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Súplica

Escucha, dime, ven.
Todos los hombres
yacerán si tú yaces.

Escucha, si vinieras
cabalgando el vaivén de la costumbre,
luminaria en la eterna latebra de mi espíritu.
Si vertieras la savia del mar en mis caderas:
un lívido alimento,
un ígneo simulacro.

Ven que tal vez los ojos ensoñados se alumbren.
¡Oh, si vinieras, sí
desde lo antiguo!
Como un halcón gigante.
Como una llama áurea entre la noche.

Ya no soy yo sin ti.
Si tú vinieras.
¡Oh, si vinieras, sí
desde la orilla!
Con un hijo del sol entre las sienes.

No se oirá más que tú
que si regresas
amor traerás sangrante entre los labios.